La cuestión es si un objeto inanimado podría llegar a vivir realmente. Es por eso que los muñecos resultan tan aterradores, porque están hechos a imagen y semejanza de los humanos. De hecho se les trata a veces como a tales pero lo que de verdad aterra a los humanos es enfrentarse a sí mismos, pensar que tal vez no son más que la suma de meros mecanismos y materia perfectamente conjuntados. En otras palabras, enfrentarse al terror de que fundamentalmente los humanos, la humanidad entera, pertenezcan al vacío.